Saturday, July 10, 2010

Diario

Another story in Spanish, from my Introduction to Spanish Literature course. This is loosely based on Elena Poniatowska's story "El recado". Don't ask me how this ends. It's not autobiographical (though my teacher refused to believe that), so there's no "ending". It's intentionally ambiguous.

Mis amigas me dijeron que no lo llamara a él. “Ya tiene novia,” me dijeron, “Deja de pensar en él.” Pero no puedo. No sólo me acuerdo de él en los pensamientos, sino también en los sueños. Me dijeron, “Chiquilla necia. No se puede encontrar el amor verdadero cuando apenas tienes quince años.” Yo sé que piensan que dicen la verdad, pero me parece que no es tan simple. Hay muchos tipos de amor. Tal vez no puedo encontrar el amor permanente—el amor que quiero mantener por toda la vida—a esta edad, pero ¿no hay otros tipos de amor, que también son verdaderos y profundos? No sé. No soy sabia como mi mamá. Sólo sé que lo que siento no puede ser mentira. Y siento con toda el alma que lo amo.


No se lo he dicho, ¿como se lo diría? Tal vez él sepa, no sé. Es posible, porque lo miro a veces durante las clases más aburridas, cuando él está al otro lado del aula. Y a veces puedo sentir que él también me está mirando. Una vez nos miramos al mismo tiempo, y los dos bajamos la vista de inmediato, avergonzados. Pero no antes de que viera algo extraño en sus ojos—¿duda? ¿Amor? ¿Confusión? Ahora cuando siento que él me mira, no me levanto los ojos; no quiero crear otro momento así, otro momento tan torpe. Así andamos por la vida, yo con una pasión secreta y él con—¿qué? ¿Pasión también, a pesar de su novia? ¿Curiosidad? ¿Qué piensa cuando me mira, o cuando lo miro? ¡Me confunde tanto la adolescencia!

Pero ya basto con eso. No escribo esto para quejarme de lo oscura y confusa que es la vida; ya todos lo saben. Escribo porque hoy voy a decirle a él lo que tanto le he querido decir, que nunca le he dicho. Todavía no lo puedo mirar cara a cara. Sería demasiado difícil, demasiado emotivo. Pero el amor que nunca trato de obtener, nunca conseguiré. Por eso lo quiero llamar, a pesar de los consejos de mis amigas. A pesar de su novia. A pesar de todo.

Recojo mi teléfono celular, que ya lleva su número programado. Hasta he programado un atajo para la ocasión en que tenga el coraje de llamarle. Aprieto el botón 1, y después el verde. ¡Tan facilito! Oigo sonar el teléfono e me imagino la música de Shakira que sale de su teléfono cada vez que alguien le llama. Me imagino que él lo escucha ahora, que no contesta el teléfono ahora mismo porque está escuchando esa música, y no quiere que termine la canción. Imagino que en unos segundos oiré su voz y hablaré con él. El pensamiento me pone a la vez feliz y aterrorizada. Pero no hay nada que hacer ahora. Uno, dos, tres… ¡y una voz!

“Bueno. No puedo contestar mi teléfono ahora pero déjame un recado con tu número de teléfono y te llamaré tan pronto como pueda.”

¿Por qué no pensé en eso? No le puedo dejar un mensaje—es demasiado impersonal. Mañana le hablaré, le hablaré cara a cara. Ya decidí.

Horrificada, miro el teléfono en la mano y me doy cuenta de que la máquina está grabando todavía mi mensaje. Cuelgo, media muerta de terror. ¿Se burlará de mi recado tan largo, sin ni una palabra? Se lo preguntaré mañana, cuando le hablo.

O tal vez no. Ya se me fue el coraje. Ahora veo que hablar con él es manera fácil de convertirme en un hazmerreír. Tal vez es mejor mirarle cada día y sufrir en secreto. El rechazo que nunca recibo no me puede lastimar.

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